lunes, 11 de enero de 2010

Pintura AGONÍA DE LA CONCIENCIA


“Los peces sueñan inmóviles en la bienaventuranza del agua fétida.
No son como los hombres que se agitan en sus lechos desdichados”

Aunque lo parezca no es ésta una frase surgida de las “Memorias de un fumador de opio,” Ni fruto de la absenta o el láudano decimonónicos. Tampoco pertenece al diván de un psiquiatra, ni a una novela de Anne Rice. Es, sencillamente, la leyenda que acompaña a un óleo de pesadilla. La pesadilla nuestra de cada día, se entiende. La expresión pura y simple del dolor descontrolado, del penar inconsciente que nos devora, aletargado, tras los oscuros muros de la conciencia.

Porque eso es, y no otra cosa, la pintura de Maritza Morillas. Devaneos de la conciencia intentando aflorar a través de las redes del sueño para llegar al desgarramiento de todo aquello que convierte al hombre en ser racional y razonado.

Y envolviendo a la pesadilla. Como crisálida, el particular bestiario de Maritza. Zoología imaginada más que imaginada que arropa desde el estupor, la indiferencia o la sorna descarada, la agónica conciencia de los hombres. Decapitados chanchos de vívidas pupilas que invitan al sosiego desde el frío gancho de una carnicería, ocelos circulares de bobos pescaditos descansados, cadavéricos cráneos de reses resucitadas y alguna que otra fiera desplumada velan desde la muerte, la vida verdadera de los sueños.

Maritza Morillas no necesita un elogio fácil. Desnudar el alma puede ser más peligroso que desvestir los cuerpos y en todo caso, menos grato al espectador que busca, únicamente, un divertimento visual. Sus cuadros lastiman porque nos abocan a un ejercicio de introspección tendente a descubrir aquello que en el acontecer cotidiano ocultamos celosamente: que el hombre es un ser endeble y cuitado cuyos fantasmas se reencarnan en el frágil perfil de los sueños. Tal vez sólo tal vez, la única pretensión de esta joven y talentosa mujer sea la misma que hace cien años, en Cuba, dictaba a Julián de Casal locas y adoloridas palabras:

Del pasado no llevo las señales
Y aveces de que existo no estoy cierto,
Porque la vida es para mí un desierto
Poblado de figuras espectrales.1

Nelida Vidal

1Julián de Casal “ Pax anima”, 1863-1893


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